viernes, 2 de marzo de 2012

EL AMOR DEL ALMA ( III ) Meditaciones de la Pasión de Jesucristo, por San Alfonso Mª. de Ligorio

   
   ¿De dónde, decidme, sacaron los Santos valor y entereza para soportar tanto género de tormentos, de martirios y de muertes, sino de la Pasión de Jesús Crucificado?


   Al ver a San José de Leonisa, religioso capuchino, que querían atarle con cuerdas, porque el cirujano tenía que hacerle una dolorosa operación, el Santo, tomando en las manos el Crucifijo, exclamó: “¡Cuerdas!, ¿para qué las quiero yo? Aquí tengo a mi Señor Jesucristo clavado en la Cruz por mi amor, estas son las cadenas que me atan y me obligan a soportar cualquier tormento por Su Amor”. Y tendido en la mesa, sufrió la operación sin exhalar una queja (1) pensando en Jesús, que como profetizó Isaías, “guardaba silencio, sin abrir siquiera la boca, como el corderito que está mudo delante del que le esquila” (2).


   ¿Quién podrá decir que padece sin razón al ver a Jesús “despedazado por nuestras maldades?” (3). ¿Quién rehusará sujetarse a obediencia, so pretexto de que le mortifica, al recordar que Jesús fue obediente hasta morir?(4).


   ¿Quién se atreverá a hurtar el cuerpo de la humillación viendo a Jesús tratado como loco, como rey de burlas y como malhechor; al verle abofeteado, escupido y clavado en un patíbulo infame?.


   ¿Y quién podrá amar a las criaturas y olvidarse del amor de Jesús al verle morir sumergido en el piélago de dolores y desprecios para ganar nuestro amor?

(1) Anales de los Capuchinos, A.1612, n.155
(2) Isaías 53, 7
(3) Isaías 5, 5
(4) Filipenses 2, 8

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