jueves, 5 de abril de 2012

LA ÚLTIMA CENA (Revelaciones de María Valtorta)

Piadosa lectura para hoy Jueves Santo: la narración de la Institución del Santo Sacrificio de la Misa según las Revelaciones de Nuestro Señor a la Mística italiana María Valtorta. Para aquellos que no la conozcáis os sugiero pinchar sobre su imagen, en el margen izquierdo de este Blog.



   Penetra en el cenáculo en el que, a la sazón, se halla todo dispuesto: La mesa con el mantel y la vajilla. Junto a las palanganas y las ánforas las toallas para secarse las manos. Sobre la credencia los panes ácimos y los alimentos, o sea: el cordero asado colocado sobre una gran fuente y unas como ensaladeras con achicorias. El pan ácimo tiene la apariencia de una torta bastante descolorida y muy poco levantada: como unos dos dedos.




   Los apóstoles dan los últimos toques a los preparativos. Ponen ánforas sobre la mesa y colocan una copa grande delante de Jesús junto con panes que dejan por aquí y por allí. Uno de ellos está junto a la copa.


 COLOCACIÓN DE LOS APÓSTOLES EN LA MESA


    Jesús se dirige a su puesto, en el centro de la mesa, teniendo a su derecha a Juan y a su izquierda a Santiago. Después de Juan viene Pedro y seguidamente Santiago y Andrés. Jesús tiene enfrente al Iscariote el cual tiene a su lado a uno al que no conozco y, a seguido de este desconocido, está Judas Tadeo. En fin, los comensales son: siete en el lado de la mesa que da la espalda a la puerta de servicio y seis en el lado que mira a ella. Jesús está de espaldas a dicha puerta.


 LA CENA


    Antes de iniciar la Cena entonan una plegaria que podría decirse que la cantan pues la recitan sobre un motivo coral. Después Jesús toma el pan y, teniéndolo en las palmas de las manos, lo ofrece al cielo. Escancia vino en la copa y, tomando con ambas manos este amplio cáliz, lo alza ofreciéndolo al igual del pan. A continuación parte el cordero y lo distribuye.


   Los primeros bocados los comen de pie y, por turno, van tomando de las achicorias depositadas en las ensaladeras que untan en una especie de salsa rojiza contenida en unas copas pequeñas y las comen. Acto seguido se sientan y prosigue la cena una vez que han bebido todos un sorbo de la copa grande puesta delante de Jesús que la hace circular comenzando por Juan, siguiendo por Pedro y así sucesivamente.


 ARDIENTEMENTE HE DESEADO COMER CON VOSOTROS ESTA PASCUA

   Dice Jesús con una gran tristeza: "Ardientemente he deseado comer con vosotros esta Pascua porque ya no gustaré de ella hasta que venga el reino de Dios. Entonces me sentaré de nuevo con los elegidos al banquete del Cordero para celebrar las nupcias de los vivientes con el Viviente. Mas a ellas acudirán tan sólo quienes se hayan conservado humildes y puros como lo soy Yo. Acercaos para que Yo os purifique. Dejad de comer. Hay algo más sublime y necesario que el alimento suministrado al vientre para que se sacie por más que se trate de un manjar santo como éste del rito pascual. Y este algo es un espíritu puro dispuesto a recibir el don del Cielo que desciende ya para entronizarse en vosotros y daros la vida. Dar la Vida a quien está limpio.




 EL LAVATORIO DE LOS PIES


   Jesús se pone de pie y se despoja del vestido rojo. El manto se lo había quitado ya, como todos, dejándolo sobre el banco. Se dirige a éste, vierte agua en una jofaina, se ciñe encima de la túnica uno de aquellos purificadores que allí estaban doblados, lleva el barreño al centro de la estancia poniéndolo delante de la mesa y coloca una banqueta ante él.


   Los apóstoles que han observado estupefactos los preparativos, se muestran perplejos y dice Pedro: "Maestro, estamos ya purificados".


"No importa. Mi purificación servirá a quien está puro para estarlo más".


Y comienza a lavarles los pies empezando por el Iscariote estando ellos tras el canapé que les sirve de asiento y hundiéndoles los pies en el barreño colocado sobre la banqueta. Jesús está de rodillas. Judas le mira turbado y de soslayo.


Jesús da la vuelta así a la mesa por la derecha. Al llegar a Pedro éste se revuelve y rebela. Pero Jesús le aplaca y lava sus pies con un amor inmenso diciéndole: "¡Simón, Simón!, tú tienes necesidad de esta agua para tu alma y para el largo camino que has de recorrer. Si no te lavo no puedes tener parte en mi reino.


   Pedro, siempre impulsivo, grita: "Pues entonces, lávame todo, Señor: los pies, las manos y la cabeza".


   Juan se ha soltado ya las sandalias y, mientras Jesús le lava, él se inclina y le besa al Maestro en sus cabellos.


   Termina por fin de dar la vuelta y deja en un rincón el barreño. Se suelta la toalla y la coloca junto al barreño. Va a su puesto, coge su vestido rojo y se lo pone de nuevo ajustándoselo al talle con el cinturón. Mientras va a sentarse dice: "Ahora estáis limpios; mas no todos. Solo aquellos que tuvieron voluntad de estarlo". Y mira por un instante a Judas que se desentiende hablando con el que tiene a su lado.


   La Cena continúa. Naturalmente veo que beben aunque no sé si ello forma parte del rito. Beben y nada más sé. El cordero se ha terminado y en la fuente queda un poco de jugo.


   Jesús vuelve a verter vino en el cáliz y toma un pan. Bendice y ofrece éste y aquel; trocea el pan en trece partes dándoselas una por una a los apóstoles; hace que circule el cáliz y dice: "Tomad y comed: esto es mi Cuerpo. Haced esto en memoria de Mí que ya me voy. Tomad y distribuírosla entre vosotros: esta es mi Sangre, este es el cáliz del nuevo pacto con la Sangre y por mi Sangre que será derramada por vosotros para remisión de vuestros pecados y para daros la Vida. Haced también esto en memoria de Mí".


   La tristeza de Jesús es tan manifiesta que los apóstoles se quedan tristes y silenciosos.




 JESÚS DA LA COMUNIÓN A MARÍA


    Jesús se levanta y hace indicación a todos de que permanezcan en sus puestos. Toma el cáliz y el decimotercer trocito de pan que había quedado sobre la mesa y sale del cenáculo. Lleva a su Madre la Eucaristía. Le da la comunión con sus propias manos. Al entrar El, María está sola, de rodillas y en oración. El rostro de María irradia en el éxtasis eucarístico. Después Jesús torna adonde los apóstoles.


   "Está cumplido el nuevo rito. Haced esto en memoria de Mí", repite.


* * * * *

1 comentario:

  1. Como dijo el Padre Gabriele Amorth, en sus declaraciones al periódico 30 Giorni, existe en la alta Jerarquía y sus seguros servidores, una conjura para deshacer todo lo antiguo, y volver a rehacerlo de nuevo, como si todo lo anterior fuese malo, y eso basándose en las Palabras del Concilio que decía que había que revisar todos los textos, pero nunca anularlos.(SIC)

    Y así,se intenta volver a interpretar las Sagradas escrituras. El Domingo fui a misa celebrada por el coadyuctor, ya que el Párroco estaba de vacaciones. Esta persona me dijo personalmente que el asunto de las posesiones era una mentira y que los fenómenos producidos en los exorcismos eran debidas al "efecto placebo", pués bien, como me lo esperaba, al leer la Epístola de S. Pablo, en donde dice textualmente que había pedido a Dios que lo librara de Satán que lo atormentaba, este explicó a los fieles que el Apostol se refería a ciertas personas que lo contradecían.

    Otra explicación que había oído en la Facultad de Teología, cuando estudiaba para ser profesor de Religión, era que ¡¡El Apóstol S. Pablo estaba atacado por su inclinación a la homosexualidad, que no lo dejaba vivir!!

    Es increíble el vuelco que se le da a las Escrituras para justificar su teoría, aquí, naturalmente no vale para nada la Tradición de los Santos Padres, que es el faro puesto por Dios para resolver estas interpretaciones.

    Y así, me pregunto: Que explicación se dará para justificar esta amabilidad tan entrañable hacia los enemigos declarados de la fe, cuando la Escritura dice textualmente:

    "Todo el que se descarría y no permanece en la Doctrina de Cristo, no tiene a Dios. Pero el que permanece en la Doctrina tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no profesa esta Doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, porque el que lo saluda comparte sus malas obras". (2 Jn 9,11)

    Recordándole esto, hace más de 30 años, a un Padre Agustino, sobre cierta persona que él conocía personalmente me dijo: "Esto se refiere a los herejes".

    Ahora dirán que no hay que juzgar, entonces, ¿Por qué no se anula esa segunda Carta de S. Juan de la Biblia, que nos dice que hay que juzgar a esas personas?

    ¡Cuanto podría alargarme sobre este asunto aportando citas y citas sobre la actitud de los Santos Fundadores hacia ese tipo de individuos, desde S. Jerónimo hasta el dulce S. Francisco de Sales, pero no vale la pena!
    Siempre se encontrarán interpretaciones personales sin fundamento teológico alguno para justificar su punto de vista.

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