viernes, 11 de enero de 2013

"QUE LA ALMAS ME DEVUELVAN AMOR"



   "Yo soy el Amor. Mi Corazón no puede contener la llama que constantemente le devora.

   Yo amo a las almas hasta tal punto que he dado la vida por ellas.

   Por su amor he querido quedarme prisionero en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la Hostia, soportando por amor, el olvido, la soledad los desprecios, blasfemias, ultrajes y sacrilegios.




   El amor a las almas me impulsó a dejarles el sacramento de la Penitencia, para perdonarlas no una vez ni dos sino cuantas veces necesiten recobrar la gracia: Allí las estoy esperando; allí deseo que vengan a lavarse de sus culpas, no con agua, sino con mi propia Sangre.

   Ahora quiero algo más; sí, en retorno del amor que tengo a las almas, les pido que ellas me devuelvan amor; pero no es éste mi único deseo; quiero que crean en mi Misericordia, que lo esperen todo de mi Bondad, que no dude nunca de mi perdón.

   Sí, amo a las almas después que han cometido el primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón... Las amo después de llorar el segundo pecado. ¡Y si esto se repite no un millar de veces, sino un millón de millares, las amo las perdono y lavo con mi misma Sangre el último pecado como el primero!.

   No me canso de las almas y mi Corazón está siempre esperando que vengan a refugirse en Mí. Tanto más cuanto más miserables sean.

   ¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!.



(Tomado de "UN LLAMAMIENTO AL AMOR",
 Revelaciones del Sagrado Corazón a Sor Josefa Menéndez)

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jueves, 10 de enero de 2013

LA BEATA ÁNGELA DE FOLIGNO Y LA SAGRADA EUCARISTÍA



   "Es necesario que el alma penetre hasta lo íntimo del Dios-Hombre y descubra su plan de amor, actuado en el Santo Sacrificio. El alma debe mirar a ese inefable Amor de Dios que lo impulsó a excogitar todo medio, para quedarse totalmente con nosotros. Y quiso este Sacramento, no sólo en memoria de su muerte, que es nuestra salvación, sino también para quedarse con nosotros, todo y siempre. Y el que quiera sondear este abismo de amor, es menester que tenga buenos ojos...

   Pienso que esta verdad ha de ser escudriñada por todos los que quieren celebrar y recibir este Sacrificio. De ahí no se aleje el alma, sino que se detenga y quede, porque la mirada que el Dios-Hombre dirigió al género humano era tan amable que es absolutamente necesario destacar ese inefable amor, cuando decidió inmolarse todo por nosotros en el Santo Sacrificio.


   Deteneos a considerar quién es el que quiso quedarse en este Sacrificio. “Él es el que es”. Y él que es todo el ser, se quedó todo en ese Sacramento. Por eso nadie se extrañe de cómo puede existir simultáneamente en tantos altares, aquende y allende los mares, y allá como acá, y acá como allá. El habló así: «Yo soy Dios, incomprensible para vosotros. Todo lo hice sin vosotros, y obro sin vosotros. Frente a lo que no comprendéis, inclinad la cabeza, porque para mí nada es imposible.

   ¿Hay algún alma tan insensible que, contemplando esa mirada tan amorosa y tan sincera, al instante no se transforme toda en amor?... ¿Y puede haber algún alma tan escasa de amor que, al ver cómo ha sido amada y cómo Él dispuso todas las cosas para quedarse totalmente con nosotros en el santo sacrificio, no se transforme toda en amor?..."


lunes, 7 de enero de 2013

LA POBREZA DE LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO



   Son por tanto espantosamente grandes las penas de las Ánimas Benditas del Purgatorio, y además Ellas no pueden valerse por sí mismas. Lo decía el Santo Job con aquellas palabras: Encadenadas están y amarradas con cuerdas de pobreza. Reinas son y destinadas al reino eterno, pero no podrán tomar posesión de él, y tendrán que gemir desterradas hasta que queden totalmente purificadas.


   Sostienen algunos teólogos que pueden Ellas en parte mitigar sus tormentos con sus plegarias, pero de todos modos no podrán nunca hallar en sí mismas los recursos suficientes y tendrán que quedar entre aquellas cadenas hasta que no hayan pagado cumplidamente a la justicia divina. Así lo decía un fraile cisterciense, condenado al Purgatorio, al hermano sacristán de su monasterio. -Ayúdame- le suplicaba, -con tus oraciones, que yo por mí nada puedo. Y esto mismo parece repetir San Buenaventura con aquellas palabras: Tan pobres son aquellas Benditas Ánimas, que por sí mismas no pueden pagar sus deudas.

   Lo que sí es cierto y dogma de fe es que podemos socorrer con nuestros sufragios y sobre todo con nuestras oraciones a aquellas Almas Santas. La Iglesia alaba estas plegarias y ella misma va delante con su ejemplo. Siendo esto así, no sé cómo puede excusarse de culpa aquel que pasa mucho tiempo sin ayudarlas en algo, al menos con sus oraciones.

   Si a ello no nos mueve este deber de caridad, muévanos el saber el placer grande que proporcionamos a Jesucristo, cuando vea que nos esforzamos en romper las cadenas de aquellas sus amadas esposas para que vayan a gozar de su amor en el Cielo. Muévanos también el pensamiento de los muchos méritos que por este medio adquirimos, puesto que hacemos un acto de caridad tan grande con aquellas Benditas Ánimas; y bien seguros podemos estar que Ellas a su vez, agradecidas al bien que les hemos procurado, sacándolas con nuestras oraciones de aquellas penas y anticipándoles la hora de su entrada en el Cielo, no dejarán de rogar por nosotros cuando ya se hallen en medio en la bienaventuranza.

San Alfonso María de Ligorio
EL GRAN MEDIO DE LA ORACIÓN


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domingo, 6 de enero de 2013

EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




"Surge et illumináre, Ierusalem, quia glória Dómini
 super te orta est"

Levántate Jerusalem y revístete de claridad,
 porque amanece sobre ti la gloria del Señor.

(Matth. 2, 2)

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LA ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS,
DE LOS ESCRITOS DE ANA CATALINA EMMERICH

   "Los Reyes siguieron a San José, y al llegar bajo el alero que estaba delante de la gruta, cubrieron la mesa con la carpeta y cada uno de ellos puso encima las cajas de oro y los vasos que desprendieron de su cintura : eran los presentes que ofrecían entre todos.
Ménsor y los demás se quitaron las sandalias, y José abrió la puerta de la gruta. Dos jóvenes del séquito de Ménsor iban delante de él; tendieron una tela sobre el piso de la gruta, retirándose luego hacia atrás ; otros dos los siguieron con la mesa, sobre la que estaban los presentes.

   Una vez llegado delante de la Santísima Virgen, Ménsor los tomó, y poniendo una rodilla en tierra, los depositó respetuosamente a sus plantas. Detrás de Ménsor se hallaban los cuatro hombres de su familia que se inclinaban con humildad. Saír y Teóceno, con sus acompañantes, se habían quedado atrás, cerca de la entrada.

   Cuando se adelantaron, estaban como ebrios de alegría y de emoción, e inundados por la luz que llenaba la gruta. Sin embargo, allí sólo había una luz : la Luz del mundo.

  María, apoyada sobre un brazo, se hallaba más bien recostada que sentada sobre una especie de alfombra, a la izquierda del Niño Jesús, el cual estaba acostado dentro de una gamella cubierta con una carpeta y colocada sobre una tarima, en el lugar en que había nacido; pero en el momento en que ellos entraron, la Santísima Virgen se sentó, se cubrió con su velo y tomó entre sus brazos al Niño Jesús, cubierto también por su amplio velo.

  Ménsor se arrodilló, y colocando los presentes ante él, pronunció palabras conmovedoras rindiéndole homenaje, cruzando las manos sobre el pecho e inclinando su cabeza descubierta.
Entre tanto, María había desnudado el busto del Niño, el cual miraba con semblante amable desde el centro del velo en que se hallaba envuelto; su madre sostenía su cabecita con uno de sus brazos y lo rodeaba con el otro. Tenía sus manitas juntas sobre el pecho, y a menudo las tendía graciosamente a su alrededor.

   ¡Oh, qué felices se sentían de adorar al Niño Rey aquellos buenos hombres venidos de Oriente!"