miércoles, 27 de febrero de 2013

"LOS OJOS DE DIOS SIEMPRE ME ESTÁN MIRANDO"



   San Gabriel de la Dolorosa nació en Asís (Italia) en 1838. Su nombre en el mundo era Francisco Possenti. Era el décimo entre trece hermanos. Su padre trabajaba como juez de la ciudad.

   A los cuatro años quedó huérfano de madre. Su padre, que era un excelente católico, se preocupó por darle una educación esmerada, mediante la cual logró ir dominando su carácter fuerte que era muy propenso a estallar en arranques de ira y de mal genio.

   Tuvo la suerte de educarse con dos comunidades religiosos: los Hermanos Cristianos y los Padres Jesuitas; y las enseñanzas recibidas en el colegio le ayudaron mucho para resistir los ataques de sus pasiones y de la mundanalidad.

   El joven era sumamente esmerado en vestirse a la última moda. Y sus facciones elegantes y su fino trato, a la vez que su rebosante alegría y la gran agilidad para bailar , lo hacían el preferido de las muchachas en las fiestas. Su lectura favorita eran las novelas, pero le sucedía como en otro tiempo a San Ignacio, que al leer novelas, en el momento sentía emoción y agrado, pero después le quedaba en el alma una profunda tristeza y un mortal hastío y abatimiento. Sus amigos lo llamaban "el enamoradizo". Pero los amores mundanos eran como un puñal forrado con miel". Dulces por fuera y dolorosos en el alma.

   En una de las cuarenta cartas que de él se conservan, le escribe a un antiguo amigo, cuando ya se ha entrado de religioso: "Mi buen colega; si quieres mantener tu alma libre de pecado y sin la esclavitud de las pasiones y de las malas costumbres tienes que huir siempre de la lectura de novelas y del asistir a teatros donde se dan representaciones mundanas. Mucho cuidado con las reuniones donde hay licor y con las fiestas donde hay sensualidad y huye siempre de toda lectura que pueda hacer daño a tu alma. Yo creo que si yo hubiera permanecido en el mundo no habría conseguido la salvación de mi alma. ¿Dirás que me divertí bastante? Pues de todo ello no me queda sino amargura, remordimiento y temor y hastío. Perdóname si te di algún mal ejemplo y pídele a Dios que me perdone también a mí".


   Al terminar su bachillerato, y cuando ya iba a empezar sus estudios universitarios, Dios lo llamó a la conversión por medio de una grave enfermedad. Lleno de susto prometió que si se curaba de aquel mal, se iría de religioso. Pero apenas estuvo bien de salud, olvidó su promesa y siguió gozando del mundo.

   Un año después enferma mucho más gravemente. Una laringitis que trata de ahogarlo y que casi lo lleva al sepulcro. Lleno de fe invoca la intercesión de un santo jesuita martirizado en las misiones y promete irse de religioso, y al colocarse una reliquia de aquel mártir sobre su pecho, se queda dormido y cuando despierta está curado milagrosamente. Pero apenas se repone de su enfermedad empieza otras vez el atractivo de las fiestas y de los enamoramientos, y olvida su promesa. Es verdad que pide ser admitido como jesuita y es aceptado, pero él cree que para su vida de hombre tan mundano lo que está necesitando es una comunidad rigurosa, y deja para más tarde el entrar a una congregación de religiosos.

   Estalla la peste del cólera en Italia. Miles y miles de personas van muriendo... Y el día menos pensado muere la hermana que él más quiere. Considera que esto es un llamado muy serio de Dios para que se vaya de religioso. Habla con su padre, pero a éste le parece que un joven tan amigo de las fiestas mundanas se va a aburrir demasiado en un convento y que la vocación no le va a durar quizá ni siquiera unos meses.

   Asiste a una procesión con la imagen de la Virgen Santísima. Nuestro joven siempre le ha tenido una gran devoción a la Madre de Dios (y probablemente esta devoción fue la que logró librarlo de las trampas del mundo) y en plena procesión levanta sus ojos hacia la imagen de la Virgen y ve que Ella lo mira fijamente con una mirada que jamás había sentido en su vida. Ante esto ya no puede resistir más. Se va a donde su padre a rogarle que lo deje irse de religioso. El buen hombre le pide el parecer al confesor de su hijo, y recibida la aprobación de este santo sacerdote, le concede el permiso de entrar a una comunidad bien rígida y rigurosa, los Padres Pasionistas.

   Al entrar de religioso se cambia el nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Gabriel, que significa: el que lleva mensajes de Dios. Y de la Dolorosa, porque su devoción mariana más querida consiste en recordar los siete dolores o penas que sufrió la Virgen María. Desde entonces será un hombre totalmente transformado.

   Gabriel había gozado siempre de muchas comodidades en la vida y le había dado gusto a sus sentidos y ahora entra a una comunidad donde se ayuna y donde la alimentación es tosca y nada variada. Los primeros meses sufre un verdadero martirio con este cambio tan brusco, pero nadie le oye jamás una queja, ni lo ve triste o disgustado.


   Gabriel lo que hacía, lo hacía con toda el alma. En el mundo se había dedicado con todas sus fuerzas a las fiestas mundanas, pero ahora, entrado de religioso, se dedicó con todas las fuerzas de su personalidad a cumplir exactamente los Reglamentos de su Comunidad. Los religiosos se quedaban admirados de su gran amabilidad, de la exactitud total con la que cumplía todo lo que se le mandaba, y del fervor impresionante con el que cumplía sus prácticas de piedad.

   Su vida religiosa fue breve. Apenas unos seis años. Pero en él se cumple lo que dice el Libro de la Sabiduría: "Terminó sus días en breve tiempo, pero ganó tanto premio como si hubiera vivido muchos años".

   Su naturaleza protestaba porque la vida religiosa era austera y rígida, pero nadie se daba cuenta en lo exterior de las repugnancias casi invencibles que su cuerpo sentí ante las austeridades y penitencias. Su director espiritual sí lo sabía muy bien.

   Al empezar los estudios en el seminario mayor para prepararse al sacerdocio, leyó unas palabras que le sirvieron como de lema para todos sus estudios, y fueron escritas por un sabio de su comunidad, San Vicente María Strambi. Son las siguientes: "Los que se preparan para ser predicadores o catequistas, piensen mientras estudian, que una inmensa cantidad de pobres pecadores les suplica diciendo: por favor: prepárense bien, para que logren llevarnos a nosotros a la eterna salvación". Este consejo tan provechoso lo incitó a dedicarse a los estudios religiosos con todo el entusiasmo de su espíritu.

   Cuando ya Gabriel está bastante cerca de llegar al sacerdocio le llega la terrible enfermedad de la tuberculosis. Tiene que recluirse en la enfermería, y allí acepta con toda alegría y gran paciencia lo que Dios ha permitido que le suceda. De vómito de sangre en vómito de sangre, de ahogo en ahogo, vive todo un año repitiendo de vez en cuando lo que Jesús decía en el Huerto de los Olivos: "Padre, si no es posible que pase de mí este cáliz de amargura, que se cumpla en mí tu santa voluntad".

   La Comunidad de los Pasionistas tiene como principal devoción el meditar en la Santísima Pasión de Jesús. Y al pensar y repensar en lo que Cristo sufrió en la Agonía del Huerto, y en la Flagelación y Coronación de espinas, y en la Subida al Calvario con la Cruz a cuestas y en las horas de mortal agonía que el Señor padeció en la Cruz, sentía Gabriel tan grande aprecio por los sufrimientos que nos vuelven muy semejantes a Jesús sufriente, que lo soportaba todo con un valor y una tranquilidad impresionantes.

   Pero había otra gran ayuda que lo llenaba de valor y esperanza, y era su fervorosa devoción a Nuestra Señora, la Madre de Dios. Su libro mariano preferido era "Las Glorias de María", escrito por San Alfonso, un libro que consuela mucho a los pecadores y débiles, y que aunque lo leamos diez veces, todas las veces nos parece nuevo e impresionante. La devoción a Nuestra Señora llevó a Gabriel a grados altísimos de santidad.

   A un religioso le aconsejaba: "No hay que fijar la mirada en rostros hermosos, porque esto enciende mucho las pasiones". A otro le decía: "Lo que más me ayuda a vivir con el alma en paz es pensar en la presencia de Dios, el recordar que los ojos de Dios siempre me están mirando y sus oídos me están oyendo a toda hora y que el Señor pagará todo lo que se hace por él, aunque sea regalar a otro un vaso de agua".

   Y el 27 de febrero de 1862, después de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido. Su alma había volado a la eternidad a recibir de Dios el premio de sus buenas obras y de sus sacrificios. Apenas iba a cumplir los 25 años.

   Poco después empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y en 1926 el Sumo Pontífice Pío XI, lo declaró Santo y lo nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.


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lunes, 25 de febrero de 2013

SOR MARÍA DE JESÚS Y EL PURGATORIO ( II )




En este otro capítulo de la vida de la Venerable Sor María de Jesús de Ágreda, comprobamos cómo nos socorre y alienta el Ángel de la Guarda aún en el Purgatorio.

   También se le apareció el príncipe heredero Don Baltasar Carlos, que murió el nueve de octubre de 1646. Dice ella

      “Para consolarme, el Altísimo me manifestó que el Príncipe se había salvado, aunque era menester ayudarle mucho, porque tenía grandes penas en el Purgatorio. A los siete u ocho días después de su muerte, estando en el coro, se me apareció su alma y me dijo: Sor María, el Ángel Santo de mi Guarda, que es el que me ha consolado desde que se apartó mi alma del cuerpo, me ha declarado cómo ayudaste a mi madre la Reina en el Purgatorio y me ha encaminado por Voluntad Divina y traído a tu presencia para que te pida oraciones... 




      Estos aparecimientos del alma de su Alteza se me fueron continuando otras veces... El alma del Príncipe estuvo en el Purgatorio ochenta y tres días, que hay desde el nueve de octubre de 1646 hasta el primero de enero de 1647, pero he conocido que, por particulares socorros y por la especialísima Misericordia del Todopoderoso, se le aliviaron mucho las penas “.



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jueves, 21 de febrero de 2013

LA APOSTASÍA ACTUAL: NUESTRA POSICIÓN TEOLÓGICA



"...sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
 porque lo que es más de esto, 
de mal procede."
 Evangelio de San Mateo, cap. 5, vers. 33-36   

      En estos tiempos de confusión e iniquidad, urge posicionarse frente a los gravísimos acontecimientos que en breve acontecerán en la Roma Apóstata, que -aunque nos pese a muchos- sigue siendo referente para muchas almas que siguen creyendo a pies juntillas que el "Papa" y demás Jerarquía "católica" están asistidos por el Espíritu Santo.

      Los verdaderos católicos, aquellos que seguimos la Doctrina y el Magisterio Papal hasta la muerte del último Príncipe de Dios, el Sumo Pontífice Pío XII, vamos camino de las neo catacumbas; veremos la Santa Misa más proscrita que nunca; no dudo que tendremos que convertir nuestros hogares en capillas improvisadas, para poder seguir recibiendo los sacramentos por manos de sacerdotes católicos, aquéllos que no doblarán la rodilla ante el Falso Papa.




   POSICIÓN TEOLÓGICA 


      Nos adherimos de todo corazón a la Fe Católica
 tal como ha sido enseñada sistemáticamente 
desde Nuestro Señor Jesucristo.

Con la muerte del Papa Pío XII (año 1958) 
y la convocación del “Concilio Vaticano II”,
 le ha sobrevenido una situación inaudita a la Iglesia 
al quedar vacante la Silla de Pedro.



      I. EL CONCILIO VATICANO II. Convocado por “Juan XXIII” para actualizar la Iglesia (celebrado de 1962-1965) decretó e implementó enseñanzas que habían sido anteriormente condenadas por el Magisterio Infalible de la Iglesia. Dichas enseñanzas trataban principalmente las áreas de la libertad religiosa y el falso ecumenismo, censuradas ya por los siguientes Papas: • Gregorio XVI en Mirari Vos (1832); • Pío IX en Quanta Cura y en el Sílabo de errores (1864); • León XIII en Immortale Dei (1865) y en Libertas Humana (1888);• Pío XI en Quas Primas (1925) y en Mortalium Animos (1928); • Pío XII en Mystici Corporis (1943). Por tanto, el “Concilio Vaticano II” ha de ser rechazado como conciliábulo, pues ha errado en su magisterio sobre la fe y la moral. 

      II. EL NOVUS ORDO MISSÆ. Después del “Vaticano II”, se establecieron varias comisiones para modernizar la Misa y el ritual de los Sacramentos. Dicha comisión encargada de modernizar la Misa incluyó reconocidos teólogos protestantes y según las palabras del Cardenal Alfredo Ottaviani: “[El Novus Ordo Missæ] representa un alejamiento sorprendente de la teología católica de la Misa, tal como fue formulada en la sesión XXII del Concilio de Trento.” La consecuencia de esta actualización fue la redefinición de la Misa (que ahora se asemeja a la Última Cena de Lutero), la alteración de las oraciones del ofertorio — con lo cual se suprime el concepto de un sacrificio expiatorio — y la modificación sustancial de las palabras consagratorias (esto último sucede en las traducciones al vernáculo).

     Esta nueva misa, conocida con el nombre de Novus Ordo Missæ, contradice previas enseñanzas y decretos infalibles de la Iglesia Católica como ser: • Quo Primum y De Defectibus del Papa San Pío V; • el decreto del Concilio de Trento sobre el Santo Sacrificio de la Misa (sesión XXII), • Apostolicae Curae del Papa León XIII (1896), • Mediator Dei del Papa Pío XII (1947), • Sacramentum Ordinis del Papa Pío XII (1948). Por tanto, el Nuevo orden de la misa es inválido, por más que sea ofrecida por el mismísimo Sto. Tomás de Aquino, ya que no es un problema de idioma sino de rito; por esto la participación activa en ella sería un pecado grave para cualquier católico fiel. 




      III. LOS NUEVOS RITOS SACRAMENTALES. De los nuevos ritos que el Vaticano II fabricó para los siete Sacramentos puede decirse lo mismo que del Novus Ordo Missæ: en la medida en que la materia, la forma y la intención de cada uno de ellos haya sido sustancialmente alterados, debe considerarse inválidos. La Iglesia católica siempre ha enseñado, sin duda, cuál es la materia, forma e intención apropiadas en la hechura de los Sacramentos. 

       IV. LA IGLESIA DEL VATICANO II. Por sus cuatro marcas que son: Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad, la Iglesia Católica es la Verdadera Iglesia de Cristo. Más como la nueva misa, los nuevos ritos sacramentales y las enseñanzas del Vaticano II constituyen un alejamiento manifiesto de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica, debe concluirse que esta iglesia nueva, católica de nombre únicamente, no posee las primeras dos marcas que son: la Unidad y la Santidad. Su obvia desviación en los últimos cuarenta años de lo que la Iglesia Católica siempre ha sostenido lleva a una sola conclusión: se ha creado una nueva iglesia ecuménica que se encuentra en contradicción con la Verdadera Iglesia Católica. 





      V. LA JERARQUÍA DEL VATICANO II. Considerando lo anterior, debe inferirse que la jerarquía moderna, habiendo aprobado e implementado los errores del Vaticano II, ya no representa a la Iglesia Católica ni a su autoridad legal. Esto incluye a quienes han confirmado, aprobado, decretado e implementado las mencionadas enseñanzas heréticas, es decir, a Paulo VI (Montini) y Juan Pablo II (Wojtyla), Benedicto XVI (Ratzinger) y Francisco I ( Jorge M. Bergoglio); sobre Juan Pablo II debemos decir que, no sólo es sospechoso de herejía, sino que manifestó pertinacia cuando convocó (y participó en) servicios religiosos ecuménicos con acatólicos y religiones no cristianas, cuando impuso las herejías del Vaticano II y cuando promulgó un nuevo Código de Derecho Canónico tan perjudicial a la fe y la moral. Por tanto, si el Primer Concilio Vaticano decretó infaliblemente: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia,” estas palabras son ratificadas por sus efectos, porque en la Sede Apostólica la religión católica siempre se ha preservado sin mácula [...] la Sede de San Pedro permanece siempre intacta de cualquier error, según la promesa divina de Nuestro Señor;” y Juan Pablo II ha enseñado manifiestas herejías, promoviendo el ecumenismo y fomentado el culto entre las diferentes creencias; claramente no puede ser reconocido como sucesor de San Pedro en el primado. 




      VI. EL NUEVO CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO. Y para implementar las enseñanzas del Vaticano II, fue necesario que los modernistas cambiaran el Código de Derecho Canónico de 1917, pues contradecía sus designios al reflejar la mente de la Iglesia en sus doctrinas y disciplinas pasadas. El nuevo código contiene un tópico muy perturbante para el católico informado: según la nueva ley de la iglesia moderna, los no católicos pueden, en ciertas circunstancias, pedir los “sacramentos” a un sacerdote católico (sin tener que abjurar de sus creencias heréticas), y éstos pueden administrárselos. El Concilio de Florencia, así como el Código de Derecho canónico de 1917 (canon 731), estrictamente prohíben esto. Por tanto, como las leyes universales de la Iglesia están protegidas por su infalibilidad, y no pueden imponer obligaciones opuestas a la fe y la moral, el Nuevo Código debe ser considerado como carente de toda fuerza legal; añádase que ha sido promulgado por los que ya no representan a la autoridad católica. 

      VII. EL CAMINO A SEGUIR DE LOS SACERDOTES CATÓLICOS. Debido a la situación inusual de la Iglesia Católica y a la responsabilidad moral que tienen los fieles de recibir los sacramentos válidos, los sacerdotes fieles sin duda deben continuar su misión, santificando a los fieles a través del ofrecimiento del Santo Sacrificio de la Misa, la administración de los Sacramentos, y otras obras pastorales; pues la misión de la Iglesia es que la Gloria de Dios y la Salvación de las almas sea la máxima ley. Asimismo, seguirán teniendo como guía (aunque no obliga) el Código de Derecho canónico de 1917. 



lunes, 18 de febrero de 2013

SOR MARÍA DE JESÚS Y EL PURGATORIO


   La Venerable María de Jesús Agreda (1602-1665) fue varias veces al Purgatorio a visitar a las Almas. En una ocasión oyó que le decían: “María de Jesús, acuérdate de mí” y conoció a una mujer de la Villa de Ágreda, que se llamaba María Lapiedra y que había muerto en Murcia.



   Cuando murió la Reina Isabel de Borbón, el 6 de Octubre de 1644, se le apareció varias veces para pedirle oraciones. Dice en sus escritos: “El día de las Ánimas, dos de noviembre de este año de mil seiscientos y cuarenta y cinco, estando en los maitines y oficio que hace la iglesia por los difuntos, se me manifestó el Purgatorio con grande multitud de almas, que estaban padeciendo y me pedían las socorriese. Conocí muchas, incluida la de la Reina y otra de una persona que yo había tratado y conocido antes. Yo me admiré de que el alma de la Reina, después de tantos sufragios y Misas como se habían ofrecido por ella, estaba todavía en el Purgatorio, aunque sólo había pasado un año y veintiséis días de su muerte... Llegada la noche vi algunos ángeles en la celda con grande hermosura y me dijeron que iban al Purgatorio a sacar el alma de la Reina por quien yo había pedido... Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará mientras Dios fuere Dios”.

sábado, 2 de febrero de 2013

APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA EN LA ISLA DE TENERIFE



  HISTORIA DE LA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA

   Tal y como señala Fray Alonso de Espinosa en su Historia de Nuestra Señora de Candelaria, es difícil averiguar la fecha precisa de la aparición de la Virgen dado que el relato de este hecho fue pasando de boca en boca sin una constatación escrita. No obstante Fray Alonso de Espinosa señala como probable la fecha de 1400 (105 años antes de la evangelización de la isla). La imagen de la Virgen apareció en un lugar desierto y muy seco a la orilla de la mar, junto a una playa de arena en la que desemboca un barranco. El relato de la aparición narrado por la fuente documental más directa es el siguiente: 

      “Yendo dos naturales por aquella costa repastando su ganado, habiendo de pasar por aquella playa, llegando el ganado, que por la playa iba derramado, a la boca del barranco, se espantó y, no queriendo pasar, remolinaba. Uno de los pastores, creyendo que su ganado se espantaba porque sentía gente y pensando que fuesen algunos naturales que le querían robar (...) para certificarse pasó adelante y mirando hacia aquella parte del barranco, vio la santa imagen que estaba en pie sobre una peña (...


   Y porque entre ellos era costumbre que, si topaban alguna mujer a solas y en un lugar solitario no la hablaban, porque incurrirían en pena de muerte, le hizo señas para que se apartase, porque su ganado que remolinaba tuviese lugar de pasar. Pero como la imagen no hiciese movimiento alguno, ni respondiese palabra, amohinóse el pastor y acudió a sus acostumbradas armas, que eran piedras y, haciendo de una, levantó el brazo, y fuese para amenazarle, o para tirarle con ella. 


   Y así como levantó el brazo, yendo a desembrazar para hacer su tiro, se le quedó, yerto y extendido sin poderlo rodear. 


   El otro compañero, habiendo visto lo que pasaba, y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no había mudamiento ni voz y de que, aunque hablaban al bulto o imagen, no respondía, quiso hacer nueva experiencia, aunque a costa suya y de ver si era cosa viva; Y llegándose cerca con más miedo que vergüenza, tomó una tabona, que es una piedra prieta y lisa como azabache que, herida una con otra, se hace en rajas y queda con filo como navaja, con que sangran y sajan; tomando pues, esta piedra se llegó a la santa imagen para quererle cortar un dedo de la mano, por satisfacer a su ignorancia y ver si sentía; Y poniendo el dedo de la imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallándose el necio burlado porque la herida se daba a sí propio en sus dedos, sin hacer daño a la mano de la santa imagen (...) 


   Estos fueron los dos primeros milagros que esta Señora, para bien de los naturales hizo en ellos mismos, y confirmólos después, como se verá”. 


   Los pastores admirados, deciden comunicar el hecho al mencey de Güimar, tierra de la que eran vasallos y donde la imagen apareció. Este convoca a sus nobles y vasallos en el Tagoror y deciden visitar el lugar indicado. 



   Cuenta Fray Alonso de Espinosa, el asombro que causaba la contemplación de la imagen al no ver en ella movimiento alguno. Deciden llevarla a casa del rey a pesar del miedo que les causaba esa extraña mujer vestida con ropas para ellos desconocidas. Fueron los pastores que la hallaron los primeros en alzar la imagen y en ese instante se curaron de sus males. A continuación todos querían cargar con ella pero era tan pesada que pronto pedían socorro [2] para que les ayudasen a portearla. 


   La depositaron en la cueva del rey de Güimar donde fue agasajada con pieles de cabra y oveja. El mencey ordenó comunicar el hallazgo y el milagro ocurrido a los restantes menceyatos. Reunidos todos los menceyes (Taoro, Abona, Adeje, Anaga, Tegueste y Tacoronte) acuerdan rendir obediencia y admiración a esta imagen “que aquello debía ser alguna cosa del cielo, y como tal fuese reverenciada”[3]. La imagen permaneció en la cueva del mencey de Güimar durante treinta o cuarenta años. 


   Es ahora el momento en el que aparece la persona de Antón, lugareño que fue apresado por los españoles y educado en la fe cristiana. Narra Fray Alonso de Espinosa que alrededor de 1420, las islas de Fuerteventura y Lanzarote ya estaban evangelizadas y que con frecuencia salían de ella moradores en navíos a saltear y llevar presos cautivos. Uno de ellos fue un muchacho que hallaron pescando en las costas de Güimar, al que bautizaron con el nombre de Antón. 



   Años más tarde, Antón es liberado y regresa al Menceyato de Güimar. Allí le muestran la imagen que con tanto cuidado custodiaban, al verla se postra de rodillas ante ella e indica a los presentes que hagan lo mismo. 


   En este momento Antón predica el bien, el tesoro y las virtudes de esta imagen. Les explica que con esta señora, patrona no tienen nada que temer, que es la madre del sustentador del cielo y la tierra. Por consejo de Antón, los menceyes deciden darle una morada más digna en la cueva de Achbinico, hoy llamada cueva de San Blas. Antón fue el guardián de esta ermita y empezaron a celebrarse fiestas como las de Febrero al terminar las sementeras[4] y la de Agosto después de la recogida de las cosechas. En esta memorable fiesta se vio sobre la arenosa playa una procesión católica, siendo paseada la imagen a hombros de los menceyes de Taoro, Güimar, Anaga y Tacoronte.

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