lunes, 8 de abril de 2013

EL MAYORDOMO DEL PRÍNCIPE


Hubo un príncipe polaco, que por una razón política, fue exiliado de su país natal, y llegado a Francia, compró un hermosocastillo allí.Desafortunadamente, perdió la Fe de su infancia y estaba, a la sazón, ocupado en escribir un libro contra Dios y la existenciade la vida eterna.

      Dando un paseo una noche en su jardín, el se encontró con una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué desu desconsuelo. "¡Oh, príncipe -ella replicó-  soy la esposa de John Marie, su mayordomo, el cual falleció hace dos días. El fue un buen marido y un devoto sirviente de Su Alteza. Su enfermedad fue larga y gasté todos los ahorros en médicos, y ahora no tengo dinero para ir a ofrecer una Misa por su alma”.



      El príncipe, tocado por el desconsuelo de esta mujer, le dijo algunas palabras, y aunque profesaba ya no creer más en la vida eterna, le dio algunas monedas de oro para tener la Misa por ella y su difunto esposo.

      Un tiempo después, también de noche, el Príncipe estaba en su estudio trabajando febrilmente en su libro.Escuchó un ruidoso tocar a la puerta, y sin levantar la vista de sus escritos, invitó a quien fuese a entrar. La puerta se abrió y un hombre entró y se paró frente al escritorio de Su Majestad.Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del Príncipe al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce sonrisa.Príncipe, le dijo, “vengo a agradecerle por las Misas que usted permitió que mi mujer pidiera por mi alma. Gracias a la Salvadora Sangre de Cristo, ofrecida por mí, voy ahora al Cielo, pero Dios me ha permitido venir aquí y agradecerle por sus generosas limosnas”.

      Luego el agregó solemnemente “Príncipe, hay un Dios, una vida futura, un Cielo y un Infierno”. Dicho esto, desapareció.El Príncipe cayó de rodillas y recitó un ferviente Credo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.