jueves, 8 de agosto de 2013

SAN JUAN MARÍA BAUTISTA VIANNEY Y EL SACRIFICIO DEL ALTAR


Estatua que se encuentra a las afueras de la aldea de Ars; inmortaliza el encuentro del Santo Cura con el niño pastor Antonio Grive, que le mostró el camino hacia Ars; de cierto, San Juan María Vianney 
le mostraría el camino del Cielo, ya que justo después de morir el sacerdote, 
el niño, ya hombre, le siguió en su encuentro eterno con el Creador.


BREVE BIOGRAFÍA

Natural de Dardilly ( Francia ), donde nació el 8 de Mayo de 1786, sintiendo vocación 
para el sacerdocio, encontró dificultades tan serias en los estudios eclesiásticos
 que sólo pudo superarlas por especial auxilio divino.

 Nombrado cura de la pequeña aldea de Ars, por su celo convirtió a la parroquia;
 de todos los puntos de Francia acudía la gente para confesarse con el humilde sacerdote
 que permanecía noches enteras en el confesonario. 

Entró en el Paraíso el 4 de Agosto de 1859, sin embargo, la Santa Iglesia 
señaló su festividad para tal dia como hoy, 8 de Agosto.



ALGUNOS HECHOS MÍSTICOS DEL SANTO CURA DE ARS

   En un mundo descreído como el nuestro, urge desempolvar una realidad olvidada por muchos, atacada por unos pocos y colmada de indiferencia por la mayoría... me refiero a la faceta mística de los Santos. Muchas veces leemos en las vidas de los Bienaventurados capítulos referentes a su amor por Dios y las almas, de su fuerte devoción a Nuestra Señora, de su anhelo por asemejarse a Cristo Nuestro Señor, pero algunos tratan de enterrar la unión espiritual con el Creador y Señor de todo lo creado, Aquél que puede consolar a los que le aman especialmente, con gracias y dones sobrenaturales.

   Nos empeñamos en creer que los Santos sólo fueron personas con un mayor grado de virtud que el resto de los mortales, pero olvidamos que también los Santos son como una chispa del Poder de Dios que fluye a través de ellos con naturalidad, por la fuerza de su deseo de amar y hacer amar al Señor. 

   Esa sobrenaturalidad en medio de lo natural, de lo cotidiano, no vuelve al Santo un ser alejado de los problemas y necesidades de su prójimo, al contrario: saborear la belleza de lo sobrenatural, eleva al alma no sólo para provecho espiritual propio, sino que la impele a gritar a todos la necesidad de ser santos.


   San Juan María Vianney, quien hace ciento cincuenta y cuatro años dejó este mundo para encontrarse con Dios para siempre, saboreó muchas veces esa sobrenaturalidad, ese anticipo del Cielo, pero en la tierra. Como Santo, procuraba esconder esos pequeños favores celestiales, que en ocasiones desvelaba a compañeros sacerdotes ( seguramente porque el Santo Cura dudaba hasta de sus propios sentidos )  y en otros , simplemente era descubierto por alguno de sus devotos parroquianos, como veremos en los relatos siguientes.

EL SANTO CURA DE ARS 
Y EL SANTO SACRIFICO DE LA MISA

      Los que tuvieron la dicha de asistir a las Misas celebradas por el San Juan María Vianney, notaron la transfiguración que se producía en el sacerdote santo. Él mismo era consciente, por eso en más de una ocasión pidió que no le mirasen mientras celebraba el Sacrificio del Altar. Según relato de un contemporáneo, aquél ángel de la fe y serafín por el amor, tenía al celebrar "los ojos de fuego que iluminaban su rostro" (1). 

      Otro testimonio es el de Andrés Treve, que con frecuencia le ayuda a Misa: "Vi con frecuencia que su actitud recogida tenía todas las apariencias del éxtasis". Instintivamente, le miraba uno de los pies "para ver si todavía tocaban el suelo".


      El mismo Cura de Ars, con piedad cuasi infantil, comentó a Catalina Lassagne, una fiel parroquiana: "¡Oh, qué hambre tenía durante la Misa!. Cuando ha llegado el momento de comulgar, he dicho al Señor: Dios mío, alimentad mi cuerpo y mi alma; y el hambre ha cesado por completo". Según testimonio de la misma Catalina Lassagne, un sacerdote dijo del Santo Cura que "Tiempo vendrá, en que le Cura de Ars no vivirá sino de la Eucaristía".

      Según el Rvdo. Toccanier, "la opinión general en Ars era de que gozaba de la presencia visible del Salvador en la Eucaristía". No sería extraño, ya que en palabras del mismo San Juan María Vianney "Después de la Consagración, cuando tengo a Nuestro Señor en mis manos, me olvido de mí", o aquellas otras donde desveló que "Cuando Nuestro Señor está sobre el Altar durante la Misa, al pedirle por los pecadores, lanza rayos de luz para cubrirles sus miserias y convertirles."

      Hacia 1850, en una de sus instrucciones a los peregrinos que se iban a confesar con él, les dijo: 
"Ved que somos del todo terrenales, y nuestra fe nos presenta los objetos a trescientas leguas de distancia, como si Dios estuviera al otro lado de los mares. Si tuviéramos una fe viva, a buen seguro que le veríamos allí, en el Santísimo Sacramento. Hay sacerdotes que lo ven todos los días en el Santo Sacrificio de la Misa."

(1) Palabras del General Des Garets ( Panégyrique du B. Vianney, 6 de Agosto de 1918)


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