martes, 28 de abril de 2015

NUESTRA SEÑORA Y SAN PABLO DE LA CRUZ

Entrada en el Paraíso de San Pablo de la Cruz


En el Calendario Litúrgico Tradicional, conmemoramos hoy la memoria de San Pablo de la Cruz



   San Pablo de la Cruz nació en Génova (Italia) en 1684.

   Cuando era niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá le mostraba un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos por nosotros, y que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que sufrimos. Así lo fue entusiasmando por la Pasión de Cristo.

   Su padre le leía de vez en cuando el libro de Vidas de Santos, y esto lo animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a su hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías.Así lo libró de muchos males y peligros.

   A los 15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: "Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En esa fecha hizo una confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en el duro suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer libros piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.  

   Se alistó en el ejército del Sumo Pontífice para defender la Religión, pero después de un año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego rechazó unos negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy brillante que se le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.



   En 1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo que debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a Nuestra Señora que le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar la Santísima Pasión de Jesucristo. San Pablo presentó estos mensajes por escrito al Obispo y a su Director Espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica de virtud y oración que el joven había llevado desde niño, reconocieron que se trataba realmente de una vocación señalada por Dios. Y el Obispo le dio a Pablo la sotana negra con el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.

   San Pablo de la Cruz se retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva comunidad, en una húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo ese tiempo a pan y agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos Reglamentos son los que han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó a ayudar a los sacerdotes a dar clases de catecismo, y a predicar misiones populares con gran éxito.

   Los primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron. Mientras tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los pueblos predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.

   El Papa Benedicto XIV aprobó los Reglamentos, pero suavizándolos un poco, y entonces empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de Religiosos Pasionistas.

   En todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en la cabeza. Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos, el santo hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que conmovía aun a los más duros e indiferentes. A veces, cuando el público no demostraba conversión, se azotaba violentamente delante de todos, por los pecados del pueblo, de modo que hacía llorar hasta a los soldados y a los bandoleros.

   Un oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado en muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza". Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le concedía la gracia de conmover los corazones.

   En los sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era compresivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y portándose bien.

   Dios colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables enfermos. Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba toda muestra de veneración que quisieran darle, pero las gentes se apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y recuerdos.



   Con su hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones, enseñando catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se confesaban el uno con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente una vez tuvieron un pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se atrevió a decirle a Pablo que lo consideraba un hombre verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le prohibió hablarle por tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de rodillas y siguieron siendo buenos amigos como antes.

   En 1771 fundó la Comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a amar y hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

   En 1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.

   Su muerte ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. 

lunes, 27 de abril de 2015

EL VERDADERO ECUMENISMO



    "Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. 



       Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: 'Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis'.

       Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.

       … la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo…" 


Papa Pío XI, Encíclica "Mortalium animos", 10, 6 de enero de 1928.

sábado, 25 de abril de 2015

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO, MATER BONI CONSILII

   En las lejanas tierras de Albania, más allá del Adriático, se encuentra la pequeña ciudad de Scútari. Edificada en una escarpada colina a cuyos pies fluyen los ríos Drina y Bojana, desde el siglo XIII tenía en su poder un precioso tesoro: la hermosa imagen de “Santa María de Scútari”. El santuario que la albergaba era el centro de peregrinación más concurrido del país, un importante punto de referencia para los albaneses en materia de gracias y consuelo espiritual. La imagen es una pintura realizada sobre una delgada capa de estuco, de 31 cm. de ancho por 42,5 cm. de largo. Una penumbra de misterio y milagro cubre los orígenes del sagrado fresco: nadie sabe cuándo ni por quién fue pintado.




Imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, " Mater Boni Consilii "


Intimidad y unión de alma

   Detengámonos un poco a contemplar esta maravillosa pintura. Representa a la Santísima Virgen con inefable afecto maternal, amparando en sus brazos al Niño Jesús bajo un sencillo arco iris. Los colores son suaves, y finos los trazos de los admirables semblantes. El Niño Jesús refleja el candor de su corta edad y la sabiduría de quien observa toda la obra de la creación como Señor del pasado, del presente y del futuro. Con indescriptible cariño, el Divino Infante presiona ligeramente su rostro contra el de su Madre. Entre ambos existe una atractiva intimidad; la unión de almas se trasluce en el intercambio de miradas. La Virgen, en altísimo acto de adoración, parece es tar ocupada en adivinar lo que sucede en lo íntimo del Hijo. Al mismo tiempo, toma en consideración al fiel que se arrodilla afligido a sus pies, haciéndolo partícipe, de alguna manera, en la celestial convivencia que el cuadro nos ofrece. No hace falta decir nada; basta con que el necesitado se aproxime, y sentirá producirse en su alma una acción balsámica.


Skanderbeg, varón providencial

   A mediados del siglo XIV Albania atravesaba grandes dificultades. Después de ser disputada durante siglos entre los pueblos vecinos, era invadida entonces por el poderoso imperio turco. Sin estructura militar capaz de oponerse al enérgico adversario, el pueblo rezaba con angustia, confiándose al auxilio del cielo. La respuesta a tales oraciones no se hizo esperar: en la emergencia surgió un varón de Dios, de noble estirpe y devotísimo de María, decidido a luchar por la Patrona y por la libertad de su país.

   Su nombre fue Jorge Castriota, conocido en Albania como Skanderbeg.


Jorge Castriota "Skanderbeg", caudillo de la Resistencia Católica en Albania desde 1443 hasta 1468


   A costa de inmensos esfuerzos bélicos, logró mantener la unidad y la fe de su pueblo. Las crónicas de su tiempo exaltan las hazañas realizadas por él y por los valerosos albaneses que lu charon a su lado estimulados por su ardor.

   Cuando los combates les daban tregua, se arrodillaban todos a los pies de “Santa María de Scútari”, de donde salían fortalecidos y obtenían portentosas y decisivas victorias contra el enemigo de la fe. En eso reluce una característica de aquella que el mundo co­nocería en el futuro como Madre del Buen Consejo: fortalecer a todos los que, combatiendo el buen combate, se le aproximan buscando aliento y valor.

   Sin embargo… al cabo de 23 años de luchas, Skanderbeg fue llevado de esta vida. La falta del piadoso líder era irreparable. Todos presentían que la derrota estaba próxima. El pueblo se encontraba ante la trágica encrucijada de abandonar la patria o someterse a la esclavitud turca.

Envuelta en una nube luminosa

   En esa situación de perplejidad, la Virgen del fresco se aparece en sueños a dos valientes soldados de Skanderbeg, llamados Georgis y De Sclavis, para ordenarles que la sigan en un largo viaje. La imagen les inspiraba una gran confianza y arrodillarse a sus pies era motivo de gran consuelo para ellos. Cierta mañana estando ambos sumidos en fervorosa oración, ven el más grande milagro de sus vidas.

   El maravilloso fresco se desprende de la pared y, llevado por ángeles, envuelto en una blanca y luminosa nube, va retirándose suavemente del recinto. ¡Resulta fácil imaginar la reacción de los buenos hombres! Atónitos, siguen a la Virgen que avanza por los cielos de Scútari. Cuando se dan cuenta, están a orillas del Mar Adriático. ¡Habían recorrido treinta kilómetros sin sentir cansancio!


Nuestra Señora del Buen Consejo trasladada por ángeles de Scútari a Genazzano


   Siempre rodeada por la blanca nube, la milagrosa imagen avanza mar adentro. Perplejos, Georgis y De Sclavis no quieren dejarla; y entonces verifican, estupefactos y eufóricos, que bajo sus pies las aguas se convierten en sólidos diamantes, regresando al estado líquido tras su paso. ¡Qué milagro! Tal como san Pedro en el lago de Genezaret, estos dos hombres ca minan sobre el Adriático guiados por la propia “Estrella del Mar”.

   Sin saber decir cuánto tiempo caminaron, ni cuántos kilómetros dejaron atrás, los buenos devotos ven nuevas playas. ¡Estaban en la penínsu la itálica! Pero… ¿dónde estaba Santa María de Scútari? Miran a uno y otro lado, escuchan otro idioma, sienten un ambiente tan diferente a su Albania, pero ya no ven a la Señora de la luminosa nube. Había desaparecido. ¡Qué gran prueba! Comenzaron entonces una búsqueda infatigable. ¿Dónde estaría Ella?

Petruccia, una mujer de fe

   En esa misma época, en la pequeña ciudad de Genazzano, no lejos de Roma, vivía una piadosa viuda llamada Petruccia de Nocera. Para entonces ya era una octogenaria mujer de mucha rectitud, terciaria de la orden agustina, y cuya modesta herencia apenas le alcanzaba para vivir. Petruccia era muy d vota de la Madre del Buen Consejo, venerada en una vieja iglesia de Genazzano. La piadosa señora recibió del Espíritu Santo la siguiente revelación: “María Santísima, en su imagen de Scútari, desea salir de Albania”.

   Si la comunicación sobrenatural la sorprendió, todavía más asombro causó en ella recibir de la Virgen misma la orden expresa de levantar el templo que debería recibir su fresco, así como la promesa de ser ayudada en el tiempo oportuno. Comenzó, pues, Petruccia la construcción de la pequeña iglesia. Empleó todos sus recursos… que se terminaron cuando las paredes sólo llegaban al metro de altura. Los escépticos habitantes de la pequeña ciudad convirtieron a la viuda en blanco favorito de sus burlas y sarcasmos, llamándola loca, visionaria, imprudente y anticuada. Pero ella atravesó confiada esta prueba tal como Noé, de quien se mofaban todos mientras construía el arca.


“¡Un milagro! ¡Un milagro!”

   Era el día 25 de abril de 1467, fiesta de San Marcos, patrono de Genazzano. A las dos de la tarde, Petruccia parte camino a la iglesia, pasando por la bulliciosa feria donde se ofrece desde tejidos de Génova y Venecia hasta un elixir de eterna juventud o un “poderosísimo” licor contra cualquier tipo de fiebre. En medio del vocerío, el pueblo siente una melodía de singular belleza venida del cielo. Se impone el silencio. Todos notan que la música proviene de una nubecita blanca, tan luminosa que ofusca los propios rayos del sol, la cual baja gradualmente hacia la pared inconclusa de una capilla lateral. La muchedumbre acude estupefacta, ocupa el pequeño recinto y ve deshacerse la nube. Ahí estaba suspendido en el aire, sin ningún soporte visible el sagrado fresco, la Señora del Buen Consejo. “¡Un milagro, un milagro!”, gritan todos. ¡Qué alegría para Petruccia y qué consuelo para Georgis y De Sclavis cuando pudieran llegar allá! Se confirmaba el superior designio de la construcción iniciada, y empezaba en Genazzano un largo e ininterrumpido desfile de milagros y gracias obrados por la Virgen.


Altar de Nuestra Señora del Buen Consejo en Genazzano (Italia)

   El Papa Pablo II, tan pronto como supo de los hechos, envió a dos prelados de confianza para investigarlos. Éstos confirmaron la veracidad de lo que se decía, y atestiguaron diariamente innumerables curaciones, conversiones y prodigios realizados por la Madre del Buen Consejo. En los primeros 110 días después de la llegada, se registraron 161 milagros.

Consejo, corrección, orientación: grandes favores

   Entre sus grandes devotos se destacan los papas san Pío V, León XIII –que introdujo a la Madre del Buen Consejo en la letanía lauretana–, san Pío X; y también numerosos santos como San Pablo de la Cruz, San Juan Bosco o San Alfonso de Ligorio.

   Los milagros más grandes María los realiza en el interior del alma, aconsejando, corrigiendo, orientando. Quien pueda venerar el milagroso cuadro de la Madre del Buen Consejo en Genazzano comprobará personalmente el torrente de gracias que brota de su semblante celestial, y comprenderá por qué razón quien haya estado alguna vez allá, sueña con regresar un día a esa sublime intimidad…

viernes, 17 de abril de 2015

YO QUISIERA UNIRME AHORA A TODAS ESAS ALMAS FERVOROSAS...


   Señor, yo quisiera acompañarte en esta noche de insultos y de escarnios pasada en la casa de Caifás, en manos de la soldadesca cruel y burlona; noche de tristeza y de temor y de tedio, noche de la traición de Judas y de su beso repugnante, noche del abandono cobarde de los discípulos, noche de la vergonzosa negación de Pedro, noche de la prisión y del juicio y de la condenación a muerte; noche de la bofetada del soldado adulador y desvergonzado, noche de burlas y de afrentas, de salivazos y de golpes, noche la más negra que el mundo ha conocido.

     Yo quisiera acompañarte en esta noche: estar a tu lado para acompañarte, para consolarte, para reparar.

     Pero, ¡ay, Señor!, que esa noche ignominiosa no ha terminado todavía; porque todavía los enemigos siguen buscando la noche para prenderte y para burlarse de Ti y para crucificarte: noche de cines inmundos, de radios y televisiones sin vergüenza, noche de orgías, noche de traiciones y de negocios oscuros, noche de teatros y de espectáculos inmorales...; esas noches siguen siendo la repetición de aquella noche...
 
 
     Las almas fieles aman la quietud de la noche, su silencio recogido y austero, para levantar hasta Ti, Señor, sus plegarias de desagravio; y los monjes en sus monasterios interrumpen su sueño nocturno para alabarte en medio de ese silencio sagrado.

     Yo quisiera unirme ahora a todas esas almas fervorosas; quisiera con ellas meditar una a una las afrentas que has recibido y que recibes todavía en esta misma noche, y reparar con mi fervor y con mi amor esas afrentas: que a los insultos respondieran mis alabanzas, que a las burlas respondieran mis homenajes de adoración, que a los golpes respondieran mis sacrificios hechos por tu amor, que a las negaciones y a la traición respondiera la confesión sincera de mi fe y de mi confianza en Ti y que a las injurias de toda clase y a los pecados de todo orden y a los sacrilegios y a las profanaciones, respondiera: Señor, mi amor sincero, profundo, inquebrantable, unido al de todas esas almas que te aman.
   
    Quisiera unirme al Corazón inmaculado de tu Madre Santísima, y ofrecerte con Ella este pobre corazón mío; y con Ella por testigo, renovar en esta noche ante Ti, ultrajado, agraviado, escarnecido por tantos, el juramento de mi fidelidad y de mi amor. 
 
     Así sea.
 
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

martes, 14 de abril de 2015


EN EL PRIMER ANIVERSARIO DE MI HERMANA



   Ya ha pasado un año que nos dejaste, que te fuiste a descansar para siempre junto a Dios y Nuestra Señora, a la que le profesabas un amor de niña.

    En este tiempo, cada día he sentido tu presencia y me ha dolido el no poder hablar como lo hacíamos aquí, pero te he rezado, te he llorado, te he llamado miles de veces, en medio de tantos problemas, como siempre, porque siempre estuviste cuando más te necesité.

   ¡Gracias por todo, Amparo! Amor eterno. Pronto nos reuniremos de nuevo. Te quiero mucho, hermana.