martes, 12 de septiembre de 2017

EL SANTÍSIMO Y DULCE NOMBRE DE MARÍA NUESTRA SEÑORA



"...et nomen virginis Maria" 

(Evangelio de San Lucas, cap. 1, vers. 27)

   


  Lbatalla de Kahlenberg tuvo lugar en Viena, entre los días 11 y 12​ de Septiembre de 1683, tras dos meses de asedio por tropas del Imperio Otomano. A la llamada acudieron todos los países cristianos de Europa, excepto el propio rey de Francia, Luis XIV, al que llamaron «el rey Moro»), bien con tropas, bien solamente mediante aportación monetaria, como fue el caso de España).

     El Papa Inocencio XI decretó el 25 de noviembre del año 1683, que toda la Iglesia Católica celebrara solemnemente la fiesta del Nombre de María Nuestra Señora, pues invocándolo se había alcanzado la completa victoria sobre los turcos.




...y con María buscad a Jesús



     El Augusto Nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado por la mente humana o elegido por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen. 

     Este nombre fue elegido por el cielo y se le impuso por divina disposición, como lo atestiguan San Jerónimo, San Epifanio, San Antonino y otros. “Del Tesoro de la divinidad –dice Ricardo de San Lorenzo– salió el nombre de María”. 

     De él salió tu excelso nombre; porque las tres divinas personas, prosigue diciendo, te dieron ese nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo, y lo enriquecieron con tan grande poder y majestad, que al ser pronunciado tu nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodilla, en el cielo, en la tierra y en el infierno. 

     Pero entre otras prerrogativas que el Señor concedió al nombre de María, veamos cuán dulce lo ha hecho para los siervos de esta santísima Señora, tanto durante la vida como en la hora de la muerte.

     En suma, llega a decir san Efrén, que el nombre de María es la llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con devoción. Por eso tiene razón san Buenaventura al llamar a María “salvación de todos los que la invocan”, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que obtener la salvación eterna.

     También dice Ricardo de San Lorenzo que invocar este santo y dulce nombre lleva a conseguir gracias sobreabundantes en esta vida y una gloria sublime en la otra. Por tanto, concluye Tomás de Kempis: “Si buscáis, hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María, invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Disfrutad con María, llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante en los caminos del Señor, ya que María, gustosa rezará por vosotros, y el Hijo ciertamente atenderá a la Madre”.

San Alfonso María de Ligorio

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