viernes, 17 de noviembre de 2017

CANARIA MARTIRIZADA EN EL MADRID ROJO

     En el municipio grancanario de Santa María de Guía, Doña María del Pino Bolaños tuvo su primer parto el 10 de Agosto de 1896, festividad de San Lorenzo, Diácono y Mártir. La criatura era una niña y de acuerdo con su esposo, Juan Dolores Díaz, le pusieron por nombre Lorenza. Como el santo español tuvo una vida de diaconía o servicio a los pobres y enfermos, y una muerte martirial, derramando su sangre por Nuestro Señor Jesucristo. Los padres esperaron cinco días para bautizar a su primera hija. Esperaron al día 15, Solemnidad de la Asunción de la Virgen, fiesta patronal de Santa María de Guía. 



Confirmada por el Padre Cueto el día de San Felipe Neri

     El Sacramento de la Confirmación lo recibió la niña Lorenza el 26 de Mayo de 1900, festividad de San Felipe Neri, de manos del Obispo Fray José Cueto, Pastor bueno y padre de los pobres que dejó huella de santidad entre los canarios. Fue su madrina Doña María del Socorro Díaz. Desde aquel momento su corazón comenzó a dilatarse de amor y de gracia hasta volar en pocos años hacia lo más alto de la santidad.



Vida familiar y vocación religiosa 

     Cuatro hermanos tuvo Lorenza: Manuel, Blasina, Juan Jesús y José Ignacio. Gracias al testimonio de estos dos últimos conocemos muchos detalles de la vida personal y familiar de Lorenza. Eran muy pobres, de tal modo que vivían en cuevas de los altos de Guía, a quince kilómetros de la ciudad. El padre y su hijo Manuel eran jornaleros eventuales. Ante esta situación tan precaria, ambos emigraron a Cuba. Lorenza, que entonces tenía doce años, asumió las tareas de la casa para ayudar a su madre que se puso a trabajar en el campo. Pero su tarea fue también educativa y catequética. El testimonio del hermano menor José Ignacio, oficial de la administración de Justicia de Las Palmas de Gran Canaria, es, a la vez, conmovedor y elocuente: 

     “Lorenza era el brazo derecho de mi madre en el cuidado de todos nosotros. Vivimos en nuestra infancia en unas condiciones muy precarias; tanto es así que se trataba de cuevas. Primero en una cueva sola, después en otra con una casa de obra adosada y posteriormente en otra cueva de las mismas características, hasta que nos alquilaron una casa en forma de “ele”. 


   Viviendo en la segunda de las cuevas, mi hermana, junto con mi madre, nos daba clase clases de primaria y nos enseñaban la Doctrina y el Catecismo. Mi hermana también nos enseñó a rezar con gran piedad y ella era quien dirigía el rosario...Mi hermana Lorenza se dedicaba a la enseñanza primaria de los niños de aquel entorno y a las tareas de casa... Muchos días entre semana y siempre los Domingos se recorría quince kilómetros de ida y quince de vuelta, por caminos pedregosos y polvorientos, únicos que existían para ir a la Santa Misa...”



El Obispo Fray José Cueto confirmó en la Fe Católica 
a Sor Lorenza el 26 de Mayo de 1900



En el Barrio de San Juan


     Gracias al esfuerzo de todos, Doña Pino y sus hijos pudieron conseguir una casa en el Barrio de San Juan, a pocos kilómetros de la ciudad. De esta época habla el testimonio de su hermano Juan Jesús. Es una hermosa descripción o retrato de las virtudes de Lorenza dentro del hogar familiar:

     “Su expresión era de humildad perenne, nunca tuvo un mal gesto para su madre, hermanos ni vecinos; deseosa de hacer el bien y ayudar al necesitado. Una tía enfermó grave y ella primero y Blasina después, fueron auténticas enfermeras de aquella. Nunca faltaron a Misa en los domingos y días de guardar, y cuando vivíamos en San Juan, barrio más cercano a la ciudad, diariamente salvo raras excepciones, acudía a Misa, teniendo como norma casi constante, reunir y llevar a la Virgen las mejores flores de su pequeño y modesto jardín, que cuidaba con especial esmero. Para ella no había más satisfacción que poder leer, hablar o comentar libros y pasajes de la vida de Cristo y de los Santos. Pero todo ello sin alharacas, al contrario, en la intimidad familiar, recogida siempre y concentrado su ánimo en el amor de Dios.”

     Entre los libros que Lorenza leía con asiduidad estaba “Camino Recto”, de San Antonio María Claret. El Santo estuvo en Canarias en los años 1848 y 1849. La Misión de Santa María de Guía tuvo lugar desde el 14 de Agosto al 7 de Septiembre de 1848. El Obispo de Canarias Buenaventura Codina, de la Congregación de los Padres Paúles, que había llegado a la isla acompañado del misionero apostólico Claret, dijo de aquella misión en Guía “que dio un gran impulso a la piedad de los fieles”. Esa piedad es la que había recibido la familia Díaz Bolaños de sus antepasados y que Lorenza siguió transmitiendo a sus hermanos y vecinos. 

El hospital de “San Roque” de las Hijas de Caridad


     Lorenza, cada vez que bajaba a la ciudad de Guía para asistir a la Santa Misa, no dejaba de visitar el Hospital de San Roque, regentado por las Hijas de la Caridad. Allí consolaba a los enfermos y convivía con las religiosas. Allí surgió su vocación, por lo que decidió darse totalmente a Dios para servir a los pobres. Ingresó primero en el colegio de San Agustín de Las Palmas, donde ayudaba a las hermanas y estudiaba, al mismo tiempo que se afianzaba su vocación. Guiada y acompañada por Sor Pilar Rodríguez, comenzó el Postulantado en el Hospital de San Martín, a principios del año 1921. Más tarde, su hermana Blasina, seguiría sus pasos e ingresaría también en la Compañía de Hijas de la Caridad.

VIDA RELIGIOSA Y MARTIRIO DE SOR LORENZA 

     En el Hospital de San Martín de Las Palmas hizo el Postulantado la joven Lorenza Díaz Bolaños. Tres meses fueron suficientes para discernir su vocación y pedir el ingreso en la Compañía de Hijas de la Caridad. “Ninguna hermana tuvo la menor queja de ella y cuando se fue a la Península, todas decíamos de ella: será una buena Hija de la Caridad.”

Enfermera en el Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo


     Sor Lorenza se trasladó a Madrid en Abril de 1921 para hacer el seminario de formación. A los seis meses fue destinada al Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo, ubicado en Carabanchel Bajo. Este centro había sido fundado y encomendado a la Hijas de la Caridad por la reina regente Doña María Cristina en 1887. A Sor Lorenza se le asignó el servicio del quirófano y atención a los enfermos intervenidos quirúrgicamente. Ella era la encargada de organizar las clínicas, quirófano, gabinete de radiografías y fisioterapia, con los adelantos más modernos de aquella época. Estudió enfermería y obtuvo el título en la escuela de enfermeras del Hospital Militar de Carabanchel. Más tarde realizó un curso intenso en Cádiz para especializarse como practicante de quirófano, asistiendo a todas las operaciones como instrumentista, oficio que desempeñaba con tal serenidad y acierto, que los doctores no querían más ayudante que a ella. El testimonio escrito de Sor Concepción González es muy elocuente: “Joven y con muchos ánimos de trabajar, se entregó con todo su con todo su ser al servicio encomendado....Podíamos decir que muy pronto Sor Lorenza fue la supervisora del centro.” dado....Podíamos decir que muy pronto Sor Lorenza fue la supervisora del centro.” 


     A los cinco años de vocación emitió por primera vez sus votos el día 1 de Mayo de 1926. Al año siguiente, en 1927, su hermana Sor Blasina, terminado su seminario fue enviada al Asilo de Ciegos de Madrid y, poco después, fue destinada a la misma comunidad de Sor Lorenza. La Providencia quiso que se reencontraran las dos hermanas y que juntas vivieran en la nueva familia de las Hijas de la Caridad. La conducta de Sor Lorenza, en palabras de la Visitadora Provincial Sor María Sanz, “era la de una verdadera Hija de la Caridad. Amaba a Dios; ese amor lo reflejaba en su conducta con los pobres a quienes servía con amor y solitud maternal. Era incansdable en el trabajo. Con las hermanas muy deferente, alegre y recogida al mismo tiempo.”

Amenazas de un celador


     En los años previos a la guerra civil de 1936 algunos celadores y enfermos hostigaron abiertamente a las Hermanas; este es el acaso de Sor Lorenza Díaz Bolaños. El testimonio es de una compañera de comunidad que la conoció y convivió con ella. Un celador simulando estar enfermo se desnudó ante ella para provocarla. Sor Lorenza le pidió que se cubriese y le guardase respeto. Su serenidad y firmeza, fiel a su voto de castidad, irritó al joven que le dijo: “Pronto me las pagarás”. Como él no hiciese caso, se lo dijo al Director médico, quien le llamó la atención. El celador enfadado re
pitió su amenaza, que pronto cumpliría. Su hermana Blasina, encargada de la despensa, también sufrió afrentas y ofensas. Sor Lorenza la invitaba a la paciencia, al perdón y a sufrir todo por amor a Dios y a la Religión Católica.






Persecución y martirio

     Las Hijas de la Caridad fueron expulsadas del Instituto de Reeducación de Inválidos el 23 de Julio de 1936, quedando el centro en manos de enfermeras laicas. Después de solicitar refugio en varios lugares, lo encontraron en la calle Lope de Vega, nº 13, muy próxima a la vivienda de la Casa Central. Los dueños eran conocidos de las Hermanas y allí fueron acogidas Sor Lorenza y su hermana Sor Blasina. Hacían vida de catacumbas, viviendo la Fe clandestinamente y ayudando con prudencia en cuanto podían a los hospedados y refugiados. Allí estuvieron hasta el 16 de Noviembre. Sor Blasina que pudo luego huir a Valencia y regresar a Las Palmas, refirió en el proceso el prendimiento de su hermana y de Sor Josefa Gironés: “Los milicianos se presentaron en casa a hacer un registro entre los que venía uno que había sido enfermero en la Casa de Inválidos, que por su mala conducta fue reprendido varias veces por mi hermana Lorenza. Al día siguiente, que era el mismo día en que estaba ardiendo el Noviciado de las Hijas de la Caridad de la calle Jesús, volvieron los milicianos entre los que no venía el citado enfermero y, en cambio, entre ellos venía el miliciano conocido por el nombre de “El Campesino”. Se llevaron a Sor Lorenza y luego a Sor Josefa Gironés que estaba refugiada en el número 11 de la misma calle. Las sacaron engañadas diciéndoles que necesitaban enfermeras y en Las Vistillas las mataron por ser buenas Hijas de la Caridad.” Las Vistillas están muy cerca de la catedral de La Almudena de Madrid. 

     Sus cuerpos se pudieron recuperar en 1941 tras haber sido identificadas las fosas del cementerio del Este en que fueron enterrados después de su asesinato. Sus cuerpos fueron trasladados a la cripta que tiene la Compañía de las Hijas de la Caridad en el cementerio de San Isidro. Cuando se terminó el proceso diocesano se llevaron definitivamente a una pequeña capilla ubicada en el lateral de la iglesia de la Casa Provincial, en la calle José Abascal. 




¡VIVA CRISTO REY!



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