viernes, 10 de noviembre de 2017

SOR JOSEFA MENÉNDEZ Y LA CARIDAD PARA CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO



     La humilde Sor Josefa Menéndez, bendecida por el Sagrado Corazón de Jesús para llevar un nuevo Mensaje de Amor a la humanidad, gozó también del don de Ánimas, mediante el cual podía conocer el estado de purificación en que se encontraban algunas Almas del Purgatorio.

     Durante la Cuaresma de 1922, Dios la pone en relación con el Purgatorio. Muchas almas acuden a Sor Josefa pidiendo oraciones y sufragios. Pasado el estupor de la primera sorpresa, poco a poco se va acostumbrando a las apariciones y confidencias de las pobres pacientes. Las escucha, les pregunta su nombre, las anima y se encomienda a su intercesión. Muchas y provechosas lecciones podemos recoger.

           “No saben cuán diferentes se ven las cosas de la tierra, cuando se ha pasado a la eternidad. Los cargos no son nada delante de Dios, tan sólo la pureza de intención con que se ejercen aun las más pequeñas acciones. ¡Qué poca cosa es la tierra y todo lo que ella encierra! Y a pesar de esto, ¡cuánto se la ama!. Ah, la vida, por larga que sea, es nada en comparación de la eternidad!. No pueden figurarse los hombres lo que es un solo momento de Purgatorio y cómo el alma se consume y se derrite en deseos de ver a Dios Nuestro Señor”.

     Sor Josefa nunca bajó al Purgatorio, pero vio y  oyó a numerosas almas que venían a pedirle sufragios o a darle las gracias porque sus oraciones y sufrimientos las habían librado de caer en el infierno.


Los escritos de Sor Josefa, bendecidos y aprobados
por el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII

     A veces se acusaban humildemente de las faltas e imperfecciones que las detenían en el Purgatorio. Muchas de aquellas almas eran antiguas religiosas que revelaban a Sor Josefa el motivo por el cual estaban retenidas en el Purgatorio.

     Así, una monja que penaba en el Purgatorio le confesó: “Yo  tenía vocación y la he perdido por una mala lectura. El escapulario de la Virgen me lo había quitado por desprecio”.

     El alma de un sacerdote le reveló: “Bendita sea la infinita bondad de Dios que quiere servirse de los sacrificios de otras almas, para reparar nuestras infidelidades. ¡Cuánta más gloria podía tener ahora en el Cielo, si mi vida hubiera sido otra!”.

      Los nombres de estas almas, desconocidos para Sor Josefa, quedaban cuidadosamente anotados en sus cuadernos, junto con el lugar y la fecha del fallecimiento. Sin saberlo ella, muchos de estos datos fueron objeto de diligentes indagaciones, resultando de la verdad de ellos, un comprobante segurísimo de aquellas comunicaciones misteriosas.



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